El silbo, como su propio nombre indica, es una forma silbada de codificación del lenguaje hablado que sirve para comunicarse a larga distancia, aprovechando la orografía de la isla. Con condiciones favorables de viento y demás, un mensaje silbado puede recorrer una distancia de 3 ó 4 kilómetros.
En cuanto a su origen, está relacionado con los pobladores de origen bereber de La Gomera anteriores al periodo de colonización hispánica, en el cual se introdujo el idioma español que, siglo tras siglo, fue barriendo el idioma de los antiguos gomeros incluso a la hora de codificarlo mediante el silbo. Básicamente consiste en deletrear las sílabas silbando con la ayuda de los dedos introducidos en la boca: es decir, el silbo es una codificación que puede adaptarse a cualquier idioma, reduciéndolo fonéticamente (con 4 consonantes y 2 vocales). Esta adaptabilidad convierte al silbo en un caso apasionante para los lingüistas.
A pesar de su gran valor lingüístico y cultural, los importantes cambios que ha tenido la sociedad gomera durante todo el siglo XX, afectaron negativamente al silbo, estando a punto de desaparecer. Este decaimiento se ha intentado combatir introduciendo el silbo en las enseñanzas obligatorias de primaria y secundaria.
El silbo gomero es una expresión potentísima de la cultura popular de La Gomera, constituyendo una seña de identidad de la isla. Este valor fue reconocido por la UNESCO, que lo ha incluido en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde Septiembre del 2009.
Uno de los elementos más impresionantes del paisaje gomero son sus paredones, paredes de piedra seca que contienen la tierra necesaria donde cultivar. Los isleños construyeron miles de kilómetros de muros en una espectacular obra de ingeniería que sube por las laderas más difíciles. En Valle Gran Rey encontramos múltiples ejemplos por donde quiera que miremos.
Los andenes, que es como se llaman en La Gomera a los bancales, nacen ante la necesidad de la población de obtener un pedazo de tierra llana donde poder cultivar. Paisajes abancalados existen en donde quiera existan poblaciones humanas agrícolas enfrentadas a la escasez de terrenos horizontales, pero en La Gomera llama la atención por la profusión y la variedad con la que rellenan los paisajes insulares.
En parte, esto se debe a la patente escasez de terrenos horizontales que tiene la isla, pero también ha influido el sistema de la propiedad de la tierra que provocó desde 1489 la ocupación de los mejores terrenos con la finalidad de cultivar productos de exportación. Estas zonas, que aportaban amplios beneficios a las arcas señoriales, se las reservó la Casa Condal o las cedió en forma de repartos realizados a compromisos, cuyos descendientes acabarían convirtiéndose en buena parte de la clase pudiente de la Isla en los siglos posteriores.
Aunque los paredones comienzan a aparecer prácticamente desde la colonización, estos se multiplicarán coincidiendo con los periodos de auge económico y poblacional. La situación se disparó, sobre todo en el siglo XX, después de la Guerra Civil, cuando, debido al importante incremento de población, aumentó la necesidad de nuevos espacios de cultivo, creándose definitivamente la imagen de los paisajes plagados de andenes que hoy conocemos: Guadá y Taguluche son quizás las mejores muestras, pero prácticamente en cualquier rincón del municipio apareció en aquellos años una pared de piedras para vencer la escasez.
Actualmente, la falta de uso de los andenes como zonas de cultivo provoca que poco a poco se vayan derrumbando sus paredones. El mantenimiento y la recuperación de muchos andenes debe ser uno de los retos a realizar para conservar uno de los elementos del Patrimonio Etnográfico y Paisajístico del municipio y de toda La Gomera.
Las fiestas del municipio son reflejo de la capacidad que muestran los habitantes de Valle Gran Rey para mantener sus tradiciones e introducir con naturalidad nuevas propuestas en sus celebraciones.
Precisamente en Valle Gran Rey, y asociada a determinadas festividades, se produce un hecho de gran interés cultural que puede considerarse como relevante: la confección y ofrenda de “El Ramo”. Un ramo es, básicamente, un armazón hecho con un tallo de caña dulce profusamente adornado con flores, frutas y dulces, que encabeza la procesión en honor a un santo. Sin embargo tras esta escueta definición se esconde todo un mundo de tradiciones y ritos relacionados con la tierra y la comunidad.
En Arure, el ramo está vinculado a dos fiestas: la Virgen de la Salud (15 de julio), que se celebra junto con San Buenaventura (14 de julio), y San Salvador (16 de agosto), que se celebra junto con la de San Nicolás (17 de agosto), y tiene un rasgo diferenciador respecto a otras fiestas del Ramo que es la entrega de vecino a vecino, de casa de familia en casa de familia, lo cual es un elemento ritual del máximo interés: una familia se encarga de la elaboración de la ofrenda como pago de una promesa, convirtiéndose su casa ese día en un hogar de puertas abiertas para todos aquellos que participan en estas celebraciones. Al son de chácaras y tambores el ramo es llevado en procesión como ofrenda hasta el santuario y a continuación se entrega a la familia que al año siguiente será la encargada de dar continuidad a esta peculiar tradición.
Esta costumbre de ofrendar del ramo como acción de gracias ha trascendido a otras festividades del municipio. Así, en Taguluche, el Ramo se realiza con ocasión de la festividad de la Virgen del Buen Viaje (el último fin de semana de agosto). En Valle Gran Rey la confección del Ramo está vinculada a las fiestas de Los Reyes (6 de enero) y San Juan (24 de junio).
Además de las anteriormente mencionadas, son de destacar las emblemáticas fiestas de:
En todas estas fiestas, la música folclórica del baile del tambor acompaña durante las procesiones. El baile del tambor es a la vez canto y danza ancestral, y está considerado como único en el mundo hispánico, por la arcaica combinación del canto de los romances con la danza de filas enfrentadas. La letra de los cantos está formada por romances épicos o amorosos de tipo narrativo, que cuentan una historia completa. Por las noches, la característica música de las orquestas gomeras hace las delicias de los asistentes.
La artesanía tradicional gomera es una muestra más de la capacidad de sus habitantes en adaptarse a los recursos que el territorio insular ofrecía en tiempos en los que los suministros provenientes del exterior estaban muy limitados. Madera de árboles del monte o de castaño o moral para utensilios o instrumentos musicales; ristra de los cultivos de platanera para objetos decorativos; material de la palma canaria para hacer esteras o cestas; la cerámica, que elaborada de forma artesanal sin torno y con barro, arena y almagre, consigue sintetizar la sabiduría y sencillez de la cultura tradicional gomera en sus tallas…
Además, en La Gomera se dan hoy día también muestras de artesanía alternativa, vinculada a las nuevas formas de entender los procesos creativos, con materiales reciclados, con influencias de otras culturas.
En el Mercadillo Municipal, situado en la plaza del Lomo del Riego todos los domingos, podrás ver muestras tanto de la artesanía tradicional como de artesanía alternativa.